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La inspiración para el

Lexico de Defensa Civica

Desde el día que perdí mi libertad frente a dos machetes desenvainados, he cuestionado la existencia de los derechos como lo entiende la mayoría de las personas.  Yo sabía en ese momento, instintivamente, que yo no tenía derechos y que pararme a exigirlos hubiera significado mi muerte. 

 

Lo único que podía hacer en ese instante era actuar sobre la suposición, no puesta a prueba por mí hasta ese momento, que los seres humanos son racionales.  Mantuve la calma y me quedé sentada sobre el tronco que había usado como sillón para ver el valle de Itzapa y el volcán de Agua en la distancia desde una colina en Chimaltenango, Guatemala. 

 

Salir huyendo hubiera significado o mi culpabilidad o que quienes se me enfrentaban eran animales incapaces de razonar.  Ninguna alternativa hubiera suscitado una reacción positiva para mí.  Respondí a sus preguntas respecto a mi presencia en su territorio, desvanecí sus dudas respecto a la seguridad de sus hijos por una histeria colectiva sobre robaniños y robaórganos que hacía de mí, con mi piel blanca y plantón de extranjera, sospechosa de primera, y me devolvieron mi libertad. 

Junto con la dificultad económica que enfrenta a toda persona que no está bien conectada en una jerarquía social, esta experiencia me lanzó a la odisea por entender e intentar cambiar una triste realidad, la de la vulnerabilidad de nuestra vida y libertad.  Un cuarto de siglo más tarde y sigo tratando de entender mejor y de cambiar la situación.  Este léxico, este diccionario de términos, es parte de esa lucha intelectual por esclarecer y poner la libertad y demás condiciones de una sociedad pacífica y próspera sobre una base más sólida que los engaños de demagogos. 

Le quiero agradecer a Carlos Valle, colaborador de San Pedro Sula, Honduras, sin quien este sitio no hubiera sido posible; se hubiera quedado en sueño. 

Se agradece la colaboración económica para que el sitio siga en línea.

Karen Ness

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